A veces, irremediablemente, sigo esperando inmóvil frente la ventana imaginándola venir hacía mi. Y algo tan fuerte, como una repentina lluvia de verano, irrumpe en mi interior y me inunda una inmensa tristeza que me ahoga. Como un terremoto que sacude mi pecho sin cesar.

A veces pienso que teme recordar ese destino que perdimos, esa flor de mudanza, musa de la ilusión y eterna esperanza. Ese paseo de cojos y frases mudas, de miradas de antojo al amor y al aire.

Como barquito de papel espero surcando de los mares, un poco de ese amor que nos fuimos prohibiendo, uno al otro, hasta romperlo a pedazos y quemarlo.