Soñamos. Soñamos despiertos, a todas horas. Soñamos, para seguir soñando.
Yo soñaba verla con mis ojos sedientos entre brazos, no los de un amor cualquiera. La vi acurrada cómo presa en telaraña, pegada, atrapada. Su corazón rompía los minutos, los segundos, las tardes de monotonía, las noches de alcohol en solitario. La vi atrapada en sus sueños, como no la vi nunca. Y al besarlo le dolían las comisuras de los labios, de tanto amor pasional, de llevar la sonrisa puesta, para que él se diera cuenta, de lo feliz que es.
Yo sigo soñando con amaneceres infinitos volando a ras de suelo, pa ver mejor el cielo, notando en el pecho el frío de la escarcha. Mas yo no tengo frio ni miedo, ni esperanza más temprana espera que esperar que no me invada de nuevo la profunda tristeza, de tantas noches soñar con ella, sin ella.