¡No está, se ha ido! Te habrás dicho y te habrás preguntado si he desaparecido. Mas no temas que estás aquí, y yo allí, que al pensar en ti, en la anarquía de mi mente, tus palabras han dado pasado a eternos momentos de alegría y paz. Mis ojos brillan bajo la tímida y tenue luz de esta noche estrellada. ¡Qué bonita es la noche! Me digo a mí mismo y me es imposible no pensar en los dos. En ti y en mí abrigados bajo este campo de estrellas. Arriba en la torre del castillo con el que ya has soñado. Seríamos parte del cielo, también del bosque, del mar que veríamos al horizonte, seríamos dos gotas de agua y, a ratos, ráfagas de viento. Esa noche sería eterna para los dos, formando parte del todo, siendo como somos: especiales.
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