Desvaneces lenta y tristemente como el color del cielo anocheciendo. ¿Cuantas noches pasaré a ser oscura noche? Un suspiro que se aleja de la realidad, que se hunde en mil y uno sueños de amor y de nostalgia, dando vueltas intermitente, en un espiral de locuras transitorias impertinentes.
Y ahora ni mis ojos son míos, sólo son caducos reflejos de una sonrisa aparentemente feliz, que huye sin mirar atrás triste y vacía. Mis manos ya no son más que un trozo carne loco que se mueven sin sentido intentando atrapar, a ratos, a segundos vestidos de silencios. Mi cuerpo una paz abandonada al abandono, una gota del rocío que muere al nacer, cada día.
Y en mi alma, las cenizas del tiempo.
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