Buscándote, buscándome, buscándonos.

Allí estábamos rodeados del humo del último cigarrito antes de marchar, quemando el poco tiempo que nos quedaba para buscar tener todo el tiempo del mundo. Éramos jóvenes y rebeldes y teníamos sueños, quizás demasiados, imposibles de cumplir. No os engañaré: el miedo se ceñía a mis ojos, a pesar de reflejar ilusión y esperanza, también en ellos se podía ver el miedo. Pero todo había cambiado ya, el mundo hacía mucho que ya no giraba bajo nuestros pies y nuestro viaje, seamos sinceros, sólo pretendía ser la recerca algo difícil de encontrar: nuestra rebelde y risueña alma.
Me gustan los spaguetis, que sean como rizos infinitos mezclados con salsa de amor diabético.

Me abruma la sensación de ser la gota que colma el vaso, una pequeña chispa contra un incendio, un invierno frío en el ártico.

Investigué un par de noches cualquieras, este sin fin de preguntas sin respuesta y sin tan siquiera llegar a la primera puerta a la izquierda me di cuenta de que la más pura gloria del cielo y el peor de los infiernos, no está más allá como nos venden religiones o sectas, si no aquí en la tierra. Y para cada uno de nosotros.