Añoro la caseta de madera del patio de la escuela donde solíamos jugar de pequeños. El tobogán de hierro de pintura desgastada por el que bajamos tantas veces, inocentes y felices viviendo la mejor etapa de nuestras vidas.
Añoro la bata a cuadros con nuestro nombre en una etiqueta, los dibujos a plastidecor, el olor del aula de plástica.
Añoro las repentinas lluvias de verano que nos dejaba empapados mientras jugábamos. La llegada del invierno frente la chimenea, junto a mi mejor amigo, viendo conciertos de Loquillo en aquél antiguo VHS. Añoro ser libre, junto a él, trepando a lo más alto de los árboles.
Añoro el olor intenso a tomate de la huerta, el paso del agua regando el campo. Añoro las eternas tardes con los amigos, montados en bici por los campos, en busca de cerezas.
Dar la vuelta al mundo y ver el cielo fuera y dentro del espejo. Llorar y reír al mismo tiempo, cantar para no dormir, soñar para no morir. ¿Qué quieres que te diga, cómo me siento? Si aunque el viento la acaricie en tiempo de descuento va ella y esboza la mejor de sus sonrisas. Mi mirada está de luto.
Ahora la puerta del destino está entreabierta, ¿Sabes qué? Jugaremos a ser niños, a crecer sin saber nada del sentido de la vida.
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