Silence

Intento ser fuerte y espero que el silencio que me has contagiado sea sólo la mala hierba que brota en el jardín de atrás. Qué largas son las noches que me has dejado, que fría la cama cuando mis sueños son reporteros de guerra en esta batalla entre tu y yo. No seré vencedor ni derrotado, simplemente seré desertor por cuenta propia, traídor a mis sentimientos.

  
A ti te duele lo que yo digo y a mí lo que tú callas.




Acércate a mi lado.

El azul del cielo se ha mudado, se ha borrado para mí esperando que la primavera me llevara recuerdos de ti. Miro las nubes sincronizadas, recorren el cielo tan rápido que en ellas dejo mi alma descompuesta para que el día que llueva, el día que caiga una fuerte tormenta, venga a mi de nuevo toda llena.

Enterradme el día en que yo no sea yo, cuando mis ojos se abran por inercia, cuando mis sueños sean pesadillas, cuando para mí las calles sean autopistas vacías. Contadme que he muerto aunque siga respirando que me sentiré prisionero de invisibles tristezas que me atarán a sosiegos por falta de alegría. ¡Qué yo no quiero vivir sin mi! No quiero que la agonía de estar triste me de los buenos días y las buenas noches todos los días, no quiero olvidar como se sonríe, no quiero sollozar en cualquier banco de cualquier ciudad, como un barco sin puerto, a la espera de que algo me lleve a mí mismo.

Acercaros que tengo el alma llena de amor y sin poderlo repartir moriré cada día un poco más.  

La noche más larga del mundo

¿Dónde estás? Me pregunté y pensé en decirte que he caducado, que he muerto a la espera de un te quiero furtivo, inapropiado. Intento darle cuerda al corazón, hacerle el boca a boca a los sin sentido y acabo enterrando todos los besos que me distes y te di. Cierro los ojos, los abro, los vuelvo a cerrar y los vuelvo abrir. Me tumbo a un lado, miro la ventana y luego el techo, me tumbo al otro lado y me come la pared. Boca arriba me cuesta respirar y boca abajo también. El corazón me romperá el pecho. Duele, duele mucho. Los nervios me agarraron del cuello y vomité sobre esos zapatos viejos, la noche en que se rompió el minutero, de tantos minutos contar, en soledad.


No mentiré: fue una noche de 323 días, 34 horas y 999 minutos. Fue la noche, la noche más larga del mundo.



Adiós.

Tiempo habrá por delante, tiempo, para olvidarme. Que el mundo pare y deje de girar por inercia, que esta es mi parada, aquí yo ya me bajo. Olvidadme. Si de la noche al día, en mi salida no hay regreso, olvidadme. Si me apago lentamente y mis ojos se llenan de tristeza, olvidadme. Me agobia tanto sin sentido, los nervios que embargan las ilusiones e incluso los momentos de felicidad. Me fastidia la gente que sólo ve su ombligo, las mentes adormecidas, los que creen que piensan diferente y son igual de ciegos. Llevaría a juicio los egoísmos y condenaría las palabras hipócritas, aunque ya estén todas dichas.

Fría... es.




Fría es la noche y fríos los besos que atraen reproches, frías las caricias de colores que habitan en habitaciones oscuras.

Fría es la noche y sigues ausente ¿dónde estás? ¿qué haces? y sigues en todas partes.

Fría es la noche y tiritan mis ojos echándote locamente de menos.

Fría es la noche y más cuando tarde espero a que vuelvas algún dia.






























Pisadas en el camino

La ausencia de tus palabras es el veneno que corre por mis venas, mas en mí no habrá penas que no hay mal que por bien no venga. Y ahora, cuando los recuerdos son castigos, la razón contradice la condición de quererte como tú quieres que te quiera. No olvides que decías que nunca olvidarías, ni me des la mano después de declarar que estás en guerra, conmigo.

Sonreír, sonreiré; y si hace falta moriré, para que un instante después brote de nuevo libremente en mi camino, que las pisadas quedarán marcadas, pero las ganas de seguir adelante, jamás morirán.

Amores de esquina

No quiero amor de diccionario, te quieros de punto y aparte ni corazón cobarde que tema a latir. No quiero cariños que pasen facturas ni besos que suban a trenes de mercancías sin principio ni fin.

A veces amontonaba recuerdos y los llamaba estúpido pasado.

Mi corazón despistó a la madrugada la noche en que abrí las ventanas de mi casa e invité a todos los recuerdos que deambulaban, semidesnudos, por los callejones sin salida de la ciudad.