La ausencia de tus palabras es el veneno que corre por mis venas, mas en mí no habrá penas que no hay mal que por bien no venga. Y ahora, cuando los recuerdos son castigos, la razón contradice la condición de quererte como tú quieres que te quiera. No olvides que decías que nunca olvidarías, ni me des la mano después de declarar que estás en guerra, conmigo.
Sonreír, sonreiré; y si hace falta moriré, para que un instante después brote de nuevo libremente en mi camino, que las pisadas quedarán marcadas, pero las ganas de seguir adelante, jamás morirán.
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