En su pecho



Hurgad de nuevo en su herida,
no dejad en ella crecer flores.

Si tras el llanto brotase corazón,
derrumbadlo a golpes. ¡Hundidlo!


Ahogad, en su declive, ahogad,
ausente tolerancia.


Os preguntaréis:  ¿Su dolor es la herida o el puñal?

Sus ojos ventanal empañado por dentro, habitación de hotel abandonada, paredes desconchadas, teléfonos de carne y hueso, sin gato en el tejado, ni jardín con flores amarillas, ni rojo, ni azul, ni niños correteando jugando con el viento.


Usad de escudo, de excusa: ¡los demás ya son así! Ni clase media ni alta: enferma. De clase social aborregada esclavitud. Hundid en su pecho vuestros prejuicios, vuestras palabras, hundid su sonrisa. No dejad en ella crecer, de su flor, más pétalos.

Que en su pecho...

¡Qué tiene un corazón! Mucho más grande que el vuestro.
¡Qué tiene un corazón! No sois capaces de verlo.

Mas no se os coma el remordimiento ¡no! Más pequeño será vuestro alma y más libre y grande su puro pensamiento.




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