Me enredo en suspiros que no son de nadie porque yo no soy como son los otros, yo quiero tu
corazón galopando libremente con el mío, como siempre han sido: rebeldes.  


Mientras tanto barreré la cúpula que me encierra en los sueños y dibujaré en la escarcha de la
madrugada redondeles con los vasos de vino amargo que tomaré, echándote de menos.

Llevo colgantes de lágrimas de cera que se apegan a mi cuerpo cuando tú estás cerca. En 
mi cuerpo cae un aguacero si te alejas, y en mis ojos mil tormentas. Mi cabeza es una estación
de trenes que descarrilan al llegar, una receta a medias, un cóctel de malas hierbas, una recta
partida por la mitad, un paso de cebra en un pueblo fantasma, un puerto de barcos pirata. El
ritmo de mis pasos es un vals borracho y el tiriteo de mis manos se ha acostumbrado a que,
dos copas antes (o después), sean tus besos los que me den de beber.

Y si entre tus labios y los míos cabe un alfiler mi corazón ladrará fiero, que no quiere que entre
tú y yo quede un solo recoveco.

Aún así seguiré. A la altura de un caracol, donde se ven mejor todos los caminos. Seguiré.



Your hand in mine. 
 

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