El cielo todo blanco, todo suyo, barre las calles sin piedad. Inhalo su humedad. Los bancos siguen vacíos y yo me quedo aquí de pie. Mi mirada tiembla, se asusta, se mezcla con el aguacero: todo sigue un ritmo que no puedo seguir. Mi sonrisa quedó embalsamada con el fardo de los sueños dos calles más atrás.
11.30. Me arredra la puntualidad. También el regreso a casa. Tomo asiento y mis manos se juntan buscando calor. Mi cuerpo yace inmóvil y mi alma apenada se ha encasillado en un juego de locos esperando que un dado de mil caras, cuesta abajo, me de una razón. Y no hay razón. No hay razón para un corazón enamorado.
...y se va caminando buscando un hogar...
Oscura habitación, 16:12. Kezkak.
Sollozan las horas, los minutos y los segundos. Doy tiempo al tiempo y hurgo en la herida. Muero. Mis ojos se ciñen a esta irrealidad cósmica imperfecta y de ellos fluyen lágrimas que crecen y mueren en un instante. Si cierro los ojos y pienso, me despierta una pedrá en el corazón; si cierro los ojos y pienso, me invade la sensación de estar muriendo.
Montaré las monturas y galoparé por los pensamientos de mi mente cazando a los fantasmas que no me dejan vivir en paz, cruzaré valles, bosques y montañas y en cualquier charco verás limpiar de mi cara, las legañas que llevo pegadas de tanto sin dormir soñando contigo, sin ti.
Y borracho marcharé hasta donde nada valga nada, y sentado en una roca esperaré. Mi cuerpo temblará, lloraré y le diré al viento: nadie la querrá como la quiero yo, pero no quiero herirla en nada! que ya me hiero yo a mi mismo, en está soledad vacía que me ahoga.
Me muero de ganas de decirte que me muero de ganas de decirte que te quiero.
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